August Jernberg - Un oso bailarín - 1865 (Museo nacional de Estocolmo) |
Pintura
Los osos bailarines tienen su origen en India entre los siglos XIII y XVI. Los Qalandars, tribu nómada gitana, entretenían a las Cortes de los Reyes y a los Maharajás, exhibiendo a los osos. Esta práctica se extendió posteriormente a otros países de Europa del Este. Los dueños iban de ciudad en ciudad exhibiendo a sus osos a cambio de unas monedas, como modo de vida. Es la escena representada por Jernberg. En realidad, los osos no bailan: se les enseña o mejor dicho se les obliga a mantenerse sobre las patas traseras, a balancear la cabeza de un lado a otro y a saludar con la pata. Ejecutan su representación por miedo y por el dolor que les produce una cuerda que atraviesa el hocico.
Música
El 15 de julio de 1853, Johann Strauss II divirtió al público en el Volksgarten de Viena con el estreno de su Tanzi-Bäri-Polka (Polka del oso bailarín), Op. 134.
Esta encantadora pieza de carácter imita las acciones de un oso bailarín, conducido por su domador, y en la sección central, incluso se permite unos cuantos gruñidos del animal, cortesía de los trombones. La dedicataria de la polca fue la condesa Julia Batthyáni, nacida condesa von Apraxin, uno de los personajes más divertidos de los círculos “amorosos” aristocráticos del Imperio Austríaco. La condesa era una mujer
caprichosa quien se vio envuelta en numerosos escándalos, y puede que no sea demasiado descabellado aventurar que Strauss consideraba a la condesa como una “domadora de osos”, por los hombres, a los que como osos, ¡ella hizo bailar!
Johann Strauss II - Tanzi-Bäri, Polka op. 134
¿Sabías que si en Nochebuena te cruzas con un oso que está bailando por las calles de Rumanía es señal de buena suerte? Los osos han sido considerados a lo largo de muchos siglos como un animal sagrado en este país. Esta es una creencia que proviene de tiempos precristianos, en la que, según indicaba la tradición, si se conseguía hacer bailar a un plantígrado, durante las celebraciones del solsticio de invierno, éste ahuyentaría los malos espíritus. Con el tiempo, al llegar la Navidad muchas eran las poblaciones rumanas (sobre todo en la región de Bucovina) en las que se instalaba un circo ambulante y siendo la sesión de Nochebuena una de la que más público congregaba. Por tradición quedó muy arraigada la creencia de que aquellas personas que acudían y podían ver al oso bailando tendrían buena suerte para el resto del año.
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