Harriet Backer - A la luz de la lámpara - 1890 (Museo de Arte de Bergen) |
Pintura
Quizá ésta sea la mejor de las escenas nocturnas de Backer. La luz de la lámpara de aceite y del fuego de la estufa, representada con la habitual precisión de la artista, así como las sombras crean un aura de misterio. La oscuridad también acentúa la soledad y el aislamiento de la figura de la joven. Los colores, manejados desde el único foco de luz de la mesa, por tanto luz artificial, forman un todo con las sombras. La pared de color pardo de la izquierda, gama cálida, combina con el de la madera iluminada de la mesa. A su vez, el respaldo de la silla recibe el reflejo de la luz de las ascuas de la estufa y el espejo situado sobre ella devuelve una imagen abstracta de lo que refleja. La pared siguiente está encalada, aunque manchada por los reflejos azules y por la sombra de la estufa que se dibuja sobre ella. En la pared de enfrente, el azul brilla sobre la oscuridad que se ve tras los cristales. Las cortinas recogidas con frunces, enmarcan la ventana cubierta en la parte inferior con unos visillos o contraventanas verdes. Estos colores fríos contrastan con la calidez de la madera de la mesa. El lado derecho de la pared, igualmente azul, está dominado por la sombra que se desprende de la muchacha que está leyendo totalmente concentrada.
Música
En 1840, el muy seguido Theaterzeitung (Diario del Teatro) hizo el siguiente anuncio profético: "El baile de gala del Día de Santa Catalina es una costumbre de larga tradición en la sala Sperl y, por mucho que uno esté acostumbrado a ver tanta tradición suficiente pisoteada por los pies de los vándalos, esta celebración pervivirá por largo tiempo, especialmente cuando se organiza tan espléndidamente como hoy”. La fiesta de Santa Catalina, que se celebra de acuerdo con la costumbre el 25 de noviembre, fue, de hecho "magníficamente organizada" ese año. Johann Strauss I estrenó, con motivo de la celebración, Elektrische Funken (Chispas Eléctricas), Walzer, Op. 125.
El título del nuevo vals hacía probablemente alusión a los avances que se estaban realizando durante una época de celo en la investigación tecnológica del uso de la electricidad como parte de la vida cotidiana. Strauss ofrece una representación musical de las chispas durante la primera sección del tercer vals. La obra tuvo que ser interpretada tres veces con el fin de satisfacer la audiencia. Sin embargo, el crítico citado emitió la siguiente apreciación: "No habría habido ninguna necesidad de las 'chispas eléctricas’ para electrificar a la audiencia”; y, en cualquier caso, todo el mundo se sentía “magnéticamente atraído por el poder
mágico de Strauss y su violín”.
Johann Strauss I - Elektrische Funken, Walzer Op. 125
Strauss era consciente de que todo lo que se repite en exceso se convierte rápidamente en algo anticuado y, por lo tanto, siempre se esforzó por sorprender a su público con nuevas atracciones. En esta ocasión, preparó un despliegue de músicos: dos orquestas de baile se encargó de que los que quisieran bailar encontraran sus pasos alados, y una banda militar ayudó a los asistentes a pasar el tiempo durante los recesos. Por supuesto, el evento no habría estado completo sin la obligada novedad procedente de la pluma de Strauss.
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