Vincent van Gogh - La habitación de Arlés - 1889-90 (Museo d’Orsay, Paris) |
En una carta dirigida a su hermano Théo, Vincent explica lo que le incita a pintar una obra semejante: quiere expresar la tranquilidad y resaltar la sencillez de su dormitorio mediante el simbolismo de los colores. Para ello, describe: "los muros lila pálido, el suelo de un rojo gastado y apagado, las sillas y la cama amarillo de cromo, las almohadas y la sábana verde limón muy pálido, la manta roja sangre, la mesa de aseo anaranjada, la palangana azul, la ventana verde", afirmando: "Había querido expresar un reposo absoluto mediante todos estos tonos diversos". Mediante estos diferentes tonos, Van Gogh hace referencia a Japón, a sus crespones y a sus estampas. Se justifica de este modo: "Los Japoneses han vivido en interiores muy sencillos y que grandes artistas han vivido en este país." Pese a que, para los japoneses, una habitación decorada con cuadros y muebles no parezca realmente sencilla, para Vincent es "un dormitorio vacío con una cama de madera y dos sillas." Alcanza a pesar de todo una cierta austeridad, por su composición constituida casi únicamente de líneas rectas y por la combinación rigurosa de superficies de color que compensan la instabilidad de la perspectiva.
La joya de la modesta corona sinfónica de Georges Bizet, L’arlésienne, comenzó como música incidental para veintiséis instrumentos, destinada a acompañar el melodrama homónimo de Alphonse Daudet, que fue estrenado en el teatro Vaudeville en 1872.
En el momento del estreno, el melodrama ya se consideraba una forma vieja y artísticamente obsoleta. Tanto es así que los críticos musicales no se molestaron en ir a su estreno, y el público, que había ido a escuchar sobre todo a los actores, recibió la música como una continua y molesta interrupción. Trece años más tarde resucitó en el teatro Odeón, y esta vez triunfó. Su éxito convenció a Bizet para extraer de ella cuatro partes (la más popular su preludio) y rescribirlas para orquesta, y en noviembre de 1885 se estrenó la suite sinfónica ante un público encantado.
Georges Bizet - Preludio - L'arlésienne, suite nº 1